Una tarde, acompañé a mi madre al E.leclerc, y como de costumbre llevábamos todo lo que queríamos comprar muy bien apuntado en un papel para que no se nos olvidara nada. Papel, que aunque no queramos admitirlo, ¡No sirve para nada!. Con papel o sin papel compramos lo que nos da la gana. En efecto, pasamos por la zona de las galletas, y no había nada de galletas apuntado en la lista, pero vimos unas que eso no era ni medio normal...¡qué pinta!, así que las compramos. No nos esperamos ni a llegar a casa para probarlas, antes de llegar al coche ya habíamos abierto la caja. Eso no eran galletas, eran trozos de cielo....jamás había probado unas galletas como esas.
En la caja ponía "Shortbread", eran galletas de mantequilla.
Tengo la costumbre de ver los ingredientes de todo, así que me fui directa a la caja para ver qué llevaban y si eran fáciles para poder hacerlas. Para mi asombro, sólo se necesitaba mantequilla, azúcar glass y harina. Me puse a investigar las cantidades exactas y como tenía todos los ingredientes me puse a hacerlas.
La masa era difícil de manejar porque se rompía mucho, pero a base de trabajarla con el rodillo conseguí extenderla. Con un cortador especial para galletas fui cortando la masa y las dispuse en una bandeja de horno.
Terminado el tiempo de cocción las saqué y desprendían un olor indescriptible.
No sabían como las que compré, pero eran las mejores galletas que había hecho nunca.
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